miércoles, 13 de agosto de 2008

Avalancha- Larisa Russo

Avalancha- Larisa Russo

+**Una avalancha nacida en una isla
Seguramente ninguno de nosotros imaginaba esa tardecita de abril lo que significaría el tango en nuestras vidas. Pocos eran los que en algún rinconcito de sus vidas habían tenido algún contacto, más o menos íntimo, con esta parte importante de nuestra cultura. Por muchos años lo habíamos considerado «cosa de viejos», lo sentíamos como algo caduco, lejano, ajeno. Máxime cuando lo que nos llegaba era poco y malo. En lo personal padecí buena parte de mi infancia con el programa «Grandes valores del tango». En mi pueblo, Treinta y Tres, había sólo un canal de televisión y en mi casa no teníamos antena como para zafar de él. Así que los sábados a partir de las ocho de la noche, no había otra cosa para ver. Era un tortura inmerecida para un niño. Insoportablemente largo. Para peor en una época el nombre del programa era «Grandes valores de hoy y de siempre» y en mi mente de niño había prendido la idea de que el programa duraría por siempre. Verdaderamente terrible. Ese recuerdo junto a alguna que otra interpretación de Gardel que de vez en cuando escuchaba en la difusora, fueron por muchos años mis únicos contactos con el tango.

Como muchos jóvenes que anualmente dejan sus hogares paternos para venir a estudiar a Montevideo, hice mis valijas y me trasladé a la capital. Luego de algunos años comencé a vivir en una casa colectiva ubicada en la calle Isla de Flores que era compartida con otras nueve personas. Por ende, teníamos una vida social muy intensa. Solíamos hacer fi estas muy grandes donde aparecían amigos y amigos de amigos que constituían una fauna de lo más variada. En ocasiones éstos hacían espectáculos de body art, performances y era común ver estatuas vivientes en ellas.

En una de estas fiestas conocí a Juan Pablo. Nos doblaba en edad, pero era mucho más joven que cualquiera de nosotros a los 27 años. Era asombrosamente activo, militante y con una capacidad de comunicación demoledora. Con el tiempo sus visitas se fueron haciendo más frecuentes y nos fuimos dando cuenta de todo lo que teníamos en común. En una de esas visitas a la casa, mate de por medio, lanzó una idea que nos dejó en prinicpio desconcertados. Nos propuso enseñarnos a bailar tango. Creo que un poco por la sorpresa y otro poco por ese miedo que provoca la invitación a un nuevo emprendimiento, nos quedamos mirándonos unos a otros sin atinar a decir cosa alguna. Más que nada para salir del paso e interrumpir un silencio que empezaba a volverse molesto, le djimos que sí.

Surgió entonces la idea de comenzar a bailar en el comedor de la casa. Por mi cabeza pasaban un montón de cosas al respecto. Me parecía descabellado: aprender a bailar tango, justamente yo, que no había bailado ni el pericón en la escuela. Que cuando bailaba lentas, las ocasionales compañeras me pedían que dejara de dar vueltas porque se mareaban. Pero bueno, era la invitación de un amigo, así que había que apechugar. Por otra parte, pensaba que luego de la segunda o tercera clase, cuando Juan Pablo viera que nadie venía a sus clases, se iba a dar por vencido y todo volvería a la normalidad. Gran error. La cita era para el domingo a las siete y media de la tarde. De a poco fueron cayendo. El primero en llegar, obviamente, fue Juan Pablo. Detrás de él empezaron a venir amigos y conocidos que fueron llenando buena parte de nuestro salón comedor. Empezamos a correr los muebles, pusimos el equipo de audio y dejamos todo pronto para arrancar. Juan Pablo comenzó a dar las primeras nociones de lo que era el tango oriental. ¿Tango oriental? Primera vez que escuchaba algo así. Ni siquiera sabía que había más de una forma de bailar esa danza. Pero bueno, era la primera clase, así que supuse que habría muchas otras cosas que tampoco conocía. Y ¡vaya si las había! En determinado momento hubo que empezar a mover el cuerpo, a caminar. Solos los hombres avanzando y las compañeras retrocediendo. Caminando al ritmo de: uno; un, dos, tres; mientras escuchábamos a D’Arienzo.

Estaba difícil. Seguir el ritmo era complicado, pero más si a cada poco te pechabas o tropezabas con alguien. Luego hubo que bailar de a dos. Ahí si que la cosa se puso brava. Si de a uno era complicado, de a dos era un martirio. Tropezones, pechazos y descoordinaciones de todo tipo conformaban una seguidilla interminable. No llegábamos a hacer tres pasos seguidos y ya teníamos que parar. Sin embargo una cosa era notoria: a nadie parecía desanimarlo aquella difi cultad. La gente tenía muy buen humor y cada uno ponía su mejor voluntad. Las risotadas ante las difi cultades propias aparecían a cada rato. Al fi nal la pasamos bárbaro, bailando, o mejor dicho, intentando bailar, se nos había pasado la hora y media que habíamos fijado al principio. La alegría era general, así que quedamos dos por cuatro.

Luego de estos cuatro años intensos, muchos compañeros se han sumado a la propuesta. Hoy somos casi trescientos los que semanalmente nos juntamos para disfrutar de bailar tango. Ya casi no nos quedan días sin que haya, en algún lugar de Montevideo o en alguno de los ocho grupos, alguna actividad donde encontrarnos. Muchos se han conocido bailando, algunos se han enamorado, y hasta algunos niños deben su nacimiento a la avalancha. Las ganas de juntarse están siempre. Algunos están ávidos de aprender, y se organizan talleres con profesionales. Ya son muchos los que han pasado por las clases de Larissa Russo o Laura Legazcue. Los cumpleaños son siempre una excusa para encontrarse, y de vez en cuando se organizan salidas colectivas a boliches. Cada tanto armamos bailes que llegan a ser multitudinarios. El año pasado nos fuimos de paseo a Minas. Recorrimos algunos lugares turísticos y, de tarde, bailamos con la gente de allá. Este año hicimos lo mismo en Colonia. Nunca faltan actividades, ni deseos de estar juntos, y a veces hasta nos parece que esta avalancha no se detendrá nunca.

Darwin
****

Larissa Russo: Una forma de bailar
por Carlos Wlasiuk
Hablar de Larissa Russo es nombrar una de las referentes del tango danza montevideano. De una firme convicción sobre su estética de la danza, trabaja proyectándose en los fundamentos adquiridos y adoptados de un tango típicamente oriental.

Su inicio y los primeros pasos en Joventango hace ya casi una década, marcaron un camino que no le escondió nada de las viscisitudes humanas. Tuvo sus momentos de mayor alegría, emoción y reconocimiento y también conoció el dolor más profundo, cuando Gabriel Rolín, su compañero de baile un día decidió dejarnos, yéndose sin avisar, así de improviso, para que no pudiéramos creer que ya no estaba.

Larissa encontró su forma expresiva en la danza del tango, imponiendo un estilo, una forma de bailar que no pasó desapercibida.

En una callecita típica de La Blanqueada, está su amplio espacio de "Tiempo de Tango". Allí llegan jóvenes buscando recorrer un sendero que intuyen los llevará a paso de tango, directo a las emociones más profundas. Después de estos años, está este otro desafío. Ahora hay que trasmitir todo lo que se sabe, ahora hay que empujar a otros a encontrar su rumbo.

Nadie puede negar que junto a Gabriel, eran sin duda un espejo donde mirarse, ¿y ahora qué?

Cuando nosotros empezamos también recibíamos alguna crítica y Gabriel decía: "Ladran Sancho. Siempre hay gente que no comparte tu forma de hacer las cosas."
Creo que cada uno debe hacer lo que le parece. Nosotros vamos a seguir en nuestra línea y vamos a hacer lo que nos parece correcto.

Después que Gabriel falleció, fue un parate muy grande porque ya no estaba él, y se cortó aquella búsqueda. Investigábamos cuerpo a cuerpo las figuras, estudiábamos y ensayábamos mucho, era una búsqueda constante.

Una actitud no muy frecuente...

Creo que hay gente que tira para atrás y gente que ve el tango desde un lado que no es educativo, y que no sirve para su difusión. Eso también se da porque lamentablemente no hay un lugar donde vos puedas ir a cultivarte como docente. Yo pienso que tengo un gran beneficio porque soy profesora de educación física y tuve formación docente y del movimiento. Un profesor de historia o literatura que sale del IPA por lo menos tiene las bases de la docencia, la didáctica de como proceder con un grupo, de la responsabilidad como docente.. El que no la tiene, ¿como hace? ¿que hace con la gente? Puede hacer cualquier cosa….
Creo que hay que tener mucha responsabilidad frente al alumno.

Es un caso muy particular el tuyo, que en el medio de una carrera ascendente, tuvieras que comenzar de nuevo...

fue una golpe muy fuerte y tuve que mantenerme firme, y sobreviví, gracias a la ayuda de muchos amigos, a Luis Caballero, que es con quien hoy bailo, y otras amigas. Bailé con varios compañeros, con algún colega, porque no encontraba...
Fijate, nosotros teníamos un grupo de baile muy sólido con Gabriel. Erámos el único cuerpo,de baile con cuatro parejas que había en Montevideo. Después,fue toda una búsqueda.

Que en su momento tuvieron muy buena crítica..

Hicimos en Chiqué, "Tiempos de amor y tango". En el teatro de AGADU estuvimos junto al maestro Edison Bordón. "Tangos y Milongas al paso" en Puerto Luna. Con el Negro Rivero y con Julio Cobelli. En pocos años habíamos hecho realmente capote. Entrenábamos mucho, siempre fue así. Después en la televisión bailé con Néstor Soler. Era argentino. Bailaba un porteño viejo, pero también fue otra etapa.

La inquietud por aprender no ha quedado relegada...

Nosotros hicimos con Martín Borteiro, en una época cuando Martín bailaba el estilo oriental, e integraba nuestro cuerpo de baile, un estudio a veteranos que nos contaban las cosas y que me agarraban a mí y me decían : la mano va acá y yo después escuchaba a otros colegas, no porque la toma y el brazo va acá.

¿Seguimos en el tango oriental? ¿Y qué es el tango oriental? ¿Estamos haciendo lo correcto y por qué lo estamos haciendo?

Y así salimos, hicimos las entrevistas, hablábamos con la gente, estábamos en eso, porque estuvimos a punto de lanzarnos a la vereda de enfrente porque era lo que había y los alumnos nos decían: "yo salgo a la calle y no tengo con quién bailar oriental. Bailan todos argentino, yo me voy a la escuela de Fulano o de Mengano porque yo quiero ir a un lado y poder bailar".

Y ahora el hoy, en este lugar, con otra realidad...

Sigo con la academia, tratando siempre de respetar las bases, la raíz del tango oriental. Esos estudios que hicimos fueron muy concretos, y a pesar de no ser muy extensos, fueron muy buenos, en profundidad. La grabación de las entrevistas fue muy rica. Unos viejitos nos contaban de un galpón en el Cerro, con el piso de tierra, donde se juntaban los muchachos, y de esa cotidianeidad tan elocuente del aprendizaje, que era así entre hombres.

La sexualidad y lo erótico y lo no sé qué ¿sabés donde quedaba? En el recontra subsuelo, en la tierrita…yo me como la pastilla cuando oigo hablar y de cómo te venden el erotismo del tango.

Ahora con Luis, llevamos adelante nuestra propuesta y le damos a nuestros alumnos, absolutamente todo lo que podemos darles.

Entonces hay que tener mucho cuidado con lo que se habla....

No sabemos nada...estamos aprendiendo permanentemente. De los viejos no sabemos nada porque si tuviste la suerte de poder charlar con un viejo, es porque fue tu abuelo o porque tuviste la suerte de que alguien te lo presentó. Esas entrevista son parte de la historia viva del tango bailado de este lado del Río.

Y nosotros, Alem, yo, Adriana, Julio Melo, Marcel, somos de la misma camada, de los que fuimos un día a Joventango, y aprendimos a querer ese mundo nuevo. Recuerdo al
Coco Lema cómo nos mosrtraba, nos enseñaba, con mucha paciencia, fue muy bueno con nosotros, re-abierto. Hasta una de nuestras figuras la bautizamos: "el redondel Coco".

Pero el resumen es ése: aprender siempre, ir a las raíces, llegar a la verdad...

No hay comentarios: