martes, 20 de mayo de 2008

MUSICA CIUDADANA | EL 60% DE LAS MILONGAS DE LA CIUDAD ABRIO EN LOS ULTIMOS CINCO AÑOS

MUSICA CIUDADANA | EL 60% DE LAS MILONGAS DE LA CIUDAD ABRIO EN LOS ULTIMOS CINCO AÑOS
El tango se proyecta al futuro con nuevos códigos y más fanáticos






En clubes de barrio, milongas sub 35 y tanguerías se difunde un género renovado. Los jóvenes se acercan de la mano de otros ritmos, bajan la música de Internet y encuentran otra manera de bailarlo.







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Elena Peralta
eperalta@clarin.com






Estudiante de diseño, 26 años. Sola. Baja las escaleras agarrada a su carterita verde aqua como a una tabla de salvación. Pispea a una multitud bailando. Licenciado en Administración, 30. Termina una cuba libre acodado en la barra. Un instante, un cruce de miradas y la carterita termina al lado del trago. ¿Un boliche? No, pero sí. Escuela, también. Es una milonga, un lugar donde a la pregunta "¿Bailás?" se sigue respondiendo con un abrazo.

La música que alguna vez sonó a letra muerta volvió a escribir la historia de los porteños. Y como en un tango de ley, cada noche lo hace por amor, pasión y por unos mangos también. El turismo, la devaluación y otros ritmos, renovaron el género y llenaron la Ciudad de lugares para ver, escuchar y bailar el 2 x 4.

Así conviven chicos con piercing que escuchan orquestas típicas, nórdicos turistas y señoras de más de 50 que se llevan los zapatos en una bolsita para sacarle viruta al piso. Cada circuito tiene códigos, pilchas y caras distintas. Algunos calcados a los de las milongas de los abuelos y otros donde la fila para entrar se parece a la de un recital de rock.

"Hoy el tango tiene un nivel de actividad, de gente bailando y de autores escribiendo sorprendente. Y las fuentes de toda esa producción no tienen que ver sólo con la historia sino con poéticas y estéticas tan distintas como las del rock, el jazz o la electrónica", dice Adrián D'Amore, programador de la séptima edición de Buenos Aires Tango, un festival gratuito organizado por el Gobierno porteño que hasta el 6 de marzo mostrará buena parte de esa diversidad (ver Propuestas...).

Este año el programa incluye a grandes clásicos, jóvenes talentos, grupos de tango electrónico y rockeros. Y el público del Festival habla del furor: al primero, en 1998, asistieron 50.000 personas. En 2004 fueron 200.000.

Quizá Federico (18) y Ramiro (22) nunca se imaginaron que un día se sentarían a ver a un músico de esmoquin y moñito. Pero el viernes en la noche estaban en el Rosedal tarareando "Garufa", frente al maestro Mariano Mores. "¿Compran muchos discos de tango?", les preguntó Clarín. "En Internet conseguimos todo", contesta Ramiro, en una respuesta que Piazzolla no hubiera entendido. A su lado, había adolescentes sacando fotos con el celular, matrimonios de 60 recordando anécdotas con "Cuartito Azul" de fondo y parejitas de menos de 30 escribiéndolas de vuelta.

En Buenos Aires hay 64 milongas, el 60% abrió en los últimos cinco años. Y la movida llegó a los espacios públicos, como la Glorieta de Barrancas de Belgrano o la Plaza Echeverría de Villa Urquiza, donde los vecinos se juntan sólo para bailar.

"Te voy a decir una cosa, los chicos se mueren por bailar con jovatas como yo", dice Silvia Dopacio, dueña de Malevaje, en Almagro, y presidenta de la Asociación de Milongas. Después de las 23, sin embargo, Silvia no es Silvia. Como la mayoría de los que la sacan a bailar cuelga nombre y profesión en el guardarropa y se transforma en "Mondonguito", una leyenda entre las bailarinas "de piso", las que aprendieron a bailar sin pisar una academia.

"Acá vienen muchos chicos a que se les pegue un poco de mugre", dice Silvia. La mugre es el yeite, una manera de sentir el baile, alejada de las piruetas, que sólo se aprende en el barrio. Porque el resurgimiento del género les dio una bocanada de oxígeno a los antiguos salones de barrio, como el Club Grisel, Lo de Celia, Niño bien o La Ideal. Al mismo tiempo, Buenos Aires se llenó de milongas sub 35. La Divina Comedia, en San Telmo, el Parakultural, en el centro, o La Viruta, en Palermo, son algunos ejemplos. El barrio de Borges, también, es la sede de La Marshall, la primera milonga gay de la Argentina.

Todo lo que pasa en ellas inspiró a las diseñadoras Cecilia Capisano (36) y Raquel Iznaola (39) a crear Tangotoon, una historieta multimedia que cuenta la historia de Pascual, un DJ de pelo azul, y Paloma, una licenciada en Marketing casada, que bailan descalzos en una tanguería con ambiente futurista.

Es que la manera de bailar también cambió. Mauricio Castro (37), músico egresado de Berkeley y creador de Tango Discovery, un sistema para aprender a bailar, lo compara con el fútbol: "Pensá lo que eran los jugadores en la década del 30 y lo que son ahora. La danza cambió, igual que el cuerpo de la gente". Su partenaire, Carla Marano (32), agrega: "También cambió el rol de la mujer. La cuestión ahora no es sólo dejarte llevar".

Entre los músicos también hay sangre joven. Dirigida por Emilio Balcarce, la orquesta Escuela de Tango, de la Dirección porteña de Música, duplicó su cantidad de aspirantes en el último año. "Hay talento y ganas de aprender de los maestros", cuenta Ignacio Varchausky, su coordinador. "El tango sigue hablando de cosas que nos pasan a todos: amor, traición, desarraigo", agrega el pianista Gustavo Brito (23).

La música porteña también factura en moneda extranjera al convertirse en una marca turística. "La trama que vincula tango, cultura y turismo se vio favorecida por el tipo de cambio, la capacidad tecnológica instalada y el prestigio internacional", explica el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra. Es que los locales para turistas están siempre llenos. "El 90% de los clientes son extranjeros y piden especialmente ver el tango genuino y no su versión hollywoodense", cuenta Adrián Bertini, el gerente de la tanguería Central Tango.

Claro que en Buenos Aires, hoy, el tango "de verdad" tiene decenas de formatos. Con dreadlocks, en la bandeja de un DJ o según el yeite de siempre, es lo que era y mucho más.

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